Hace varios años que hemos venido escuchando acerca del cambio climático y el deterioro terrestre. Pero los humanos tenemos una característica: es difícil que dimensionemos algo que no vemos o experimentamos, salvo que desarrollemos nuestra capacidad de conexión profunda y en este caso; nuestra compasión.
La definición de compasión en el diccionario aparece como sigue: “Sentimiento de tristeza que produce el ver padecer a alguien y que impulsa a aliviar su dolor o sufrimiento, a remediarlo o a evitarlo.”
Cómo podemos leer, la compasión no es solo “sentir feo” y olvidarlo. Es un sentimiento que nos produce dolor y que nos mueve a actuar para aminorarlo o eliminarlo, no sólo nuestro, sino el de los otros; clasificación en la que podemos englobar a personas, animales, plantas y árboles, a la tierra misma.
Entonces, ¿Que ha pasado que no somos capaces de sentir dolor y menos de tomar acciones que permitan frenar el sufrimiento colectivo que vivimos en el globo?; ¿Cuál es la causa de que prefiramos tan solo “voltear la cara” y hacer de cuenta que no está ocurriendo lo que SI está ocurriendo?. Daré mi opinión; que por supuesto puede ser distinta al resto: vivimos en una sociedad que se ha orientado al placer, a buscar satisfacer nuestros gustos a toda costa, a evitar el dolor y a sentirnos el “centro de la creación”.
Esta forma de vida, ha producido generaciones “desconectadas” que en todo momento buscan estímulos externos que les quiten el aburrimiento, les eviten el esfuerzo y les proporcionen recompensas instantáneas. Entonces, el dolor, la necesidad, el hambre, la exigencia y el esfuerzo nunca llegan. No se conocen!!!…
Menudo problema!: ¿cómo voy a contactar con el dolor de los demás y a querer frenarlo, si ni siquiera conozco mi propia capacidad de sentir dolor o al menos incomodidad?. Resulta imposible querer cambiar algo que no identifico, que no conozco y que incluso estoy programado para “no sentir”.
Será indispensable entonces empezar a sentir. A sentir el dolor de mi propia vida, a sentir el dolor de los demás, cercanos y lejanos, a sentir el dolor colectivo que día a día leo y veo en las noticias, a sentir el dolor de la madre tierra que clama a través de incendios, temblores, altas temperaturas y ciclones….a sentir!
¿Qué claves puedo seguir para emprender esta nueva forma de percibirme y percibir el entorno?
1.- Deja de lado tus distractores (teléfonos, tabletas, TV…) y ¡presta atención! dedícate a prestar atención a tu entorno más próximo y cotidiano, ¿a dónde hay señales de dolor?, ¿que personas se me presentan en el camino como seres vulnerables que piden mi ayuda?, ¿Que acontecimientos pasan frente a mi y acostumbro evitar?
2.- Revisa tu historia personal y familiar. ¿Que situaciones te provocan miedo o ansiedad?, ¿que hechos te provocan enojo y/o rechazo?, ¿de que forma puedes expresar tu enojo y/o dolor en tu familia y con tus seres queridos?
3.- Ahora voltea hacia el exterior: ¿Que hechos llaman especialmente tú atención en tu sociedad?, ¿En las noticias?, ¿En el mundo?, ¿Que acontecimientos te provocan miedo?, ¿Que puedes hacer para cambiarlos?.
Quizá no mucho, pero puedes percibirlos en forma “cercana” y hacerlos más tuyos, en lugar de solo ignorarlos o hacer de cuenta que no están ocurriendo. Cuando “hacemos nuestro” el dolor de los demás seres (de cualquier tipo), podemos sentir, acompañar, orar, meditar, llorar y transformar.
No, no se trata de “decretar” bienestar y creer que la magia actúa a través de nosotros, sino de “mandar un mensaje” a nuestra capacidad compasiva, a nuestro “yo extendido”, a nuestro Ser sublime y espiritual que se interesa por todos y por todo; especialmente por quienes sufren y sienten dolor.
No se trata de masoquismo inútil; se trata de rescatar nuestra humanidad, nuestra unión con el “todo”, nuestra espiritualidad, nuestra esencia Divina; la chispa de Dios que tod@s (sin excepción) poseemos, aunque la llames de otra forma; pero que muchos hemos suprimido, debido a nuestro estilo de vida hedonista y superficial.
Si es necesario, pide ayuda, hazte acompañar por un terapeuta y/o guía espiritual que viva contigo este proceso. No tienes que caminar tú sol@! La espiritualidad se vive desde adentro, hacia afuera, pero en comunidad; pues necesariamente implica unión.
Vivir esta “reconexión” no es sencillo. Llevamos toda una vida de condicionamientos que nos “aparta”, que nos indica “no sufrir”, por lo que la Ecopsicología será de gran utilidad y un hermoso camino que te ayudará a activar tu conexión con la madre tierra y con el todo que nos rodea.
Contrario a lo que nuestra sociedad occidental indica, vivir en conexión es señal de salud mental. Vivir escindid@s, evitando sentir y aislándonos de los demás, causa un estado de soledad y enfermedad que tarde o temprano se manifestará en formas destructivas; tanto para nosotros mis@s, como para los demás seres que nos rodean.
Así que te invitamos a tomar el riesgo de “sentir”; sea lo que venga que surja en ti.